Recordó que hace 48 años que llegó a Esmeraldas le parecía una ciudad provisional que la habían montado para una película dado que todos los techos eran de zinc y que luego tendrían que desmontarla.
Señaló que le preocupó ver a los estudiantes parados en los postes de alumbrado porque en casa no había energía pero acudían a las aulas a prepararse.
Recordó el primer viaje que hizo a San Lorenzo donde no tenía iglesia, ni donde comer, ni donde dormir, pero se sumó al pueblo que todavía lo recuerda por el trabajo cumplido.
En torno a la mujer esmeraldeña, Arellano fue enfático al indicar que hay mujeres que en su pobreza son auténticas damas, pobres pero con una nobleza y distinción muy grande, que han sabido educar a sus hijos con modales a pesar de la ingratitud de sus esposos y que gracias a ellas sus hijos han crecido en armonía.
Agregó que muchas mujeres hicieron cambiar a sus esposos y que en su pobreza compartieron y ayudaron a las demás. Mujeres que nunca les faltó la sonrisa como la luz de cada día y siempre tiene presente la dignidad de la mujer esmeraldeña.